Según el informe anual sobre desperdicio alimentario, durante 2024 se ha logrado reducir en un 4,4 % el volumen de alimentos y bebidas desperdiciados respecto al año anterior. En términos absolutos, 51,54 millones de kilos o litros han sido salvados de terminar en la basura, situando el desperdicio total en 1.125 millones de kilos o litros.
Desde 2020, la reducción acumulada asciende al 19,9 %, y el desperdicio per cápita se ha reducido a 24,38 kilos o litros por persona, lo que, en palabras del ministro, “consolida una tendencia a la baja sostenida en el tiempo”.
La tasa global de desperdicio ha descendido hasta un 3,7 % del total de alimentos y bebidas adquiridos, lo que implica que solo 3,7 kilos o litros de cada 100 comprados terminan desechados.
Hábitos, políticas y concienciación
Este progreso no es fruto del azar, sino de una combinación de políticas públicas, campañas de sensibilización ciudadana y nuevos hábitos sociales. Entre los factores más influyentes, destacan la creciente valorización de los alimentos, el auge del teletrabajo —que impulsa el consumo de comida casera fuera del hogar—, una mayor conciencia ambiental, y una mejor planificación en las compras y raciones, especialmente en el ámbito doméstico.
Durante la presentación del balance del curso político, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, también puso en valor la importancia de la ley como instrumento esencial para reducir el desperdicio en toda la cadena agroalimentaria.